CENTRALES HIDROELÉCTRICAS: OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA

Fueron -como puede apreciarse- obras portentosas, de un nivel de inversión altísimo, destinadas a generar energía eléctrica, fundamental para un país que tenía expectativas de crecimiento y desarrollo industrial.

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OPINIÓN. Por Claudio Angelini

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Cuando uno viaja hacia Bariloche desde Neuquén, lo hace por la Ruta 237. En el trayecto puede apreciar los enormes lagos naturales formados por los embalses destinados a alimentar las centrales hidroeléctricas construídas a lo largo del Río Limay, aprovechando su curso e importante caudal. Fue el Estado Nacional quien construyó ese complejo desde fines de la década del sesenta hasta fines de los noventa, por medio de la empresa HIDRONOR las primeras, y concesionando a consorcios de empresas privadas las restantes.

Fueron -como puede apreciarse- obras portentosas, de un nivel de inversión altísimo, destinadas a generar energía eléctrica, fundamental para un país que tenía expectativas de crecimiento y desarrollo industrial, aun cuando por aquellos años el gobierno era ocupado por fuerzas políticas que se alternaban con poderes de facto, que desde que, en 1955, derrocaron el gobierno del Gral. Perón se dedicaron a demoler el proceso industrial logrado (junto al esquema de distribución del ingreso).

Las centrales referidas son:

  • Alicurá: Se encuentra unos 30 km aguas arriba de la confluencia del río Limay con el Collón Curá. Presenta una potencia instalada de 1.050 Mega Watts (MW)
  • Piedra del Águila: Ubicada a continuación (aguas abajo) de Alicurá, es la mayor central construida íntegramente en territorio argentino. Comenzó a construirse en 1985, siendo su capacidad instalada de 1.400 MW. 
  • Pichi Picún Leufú: Se ubica a unos 85 km. aguas abajo de Piedra del Águila en el Limay, tiene una capacidad de generación instalada de 261 MW de potencia. 
  • El Chocón: Quizás la más emblemática de este conjunto de centrales hidroeléctricas, por haber sido la primera que se proyectó y construyó, posee una capacidad instalada de 1.200 MW. 
  • Arroyito: Es un dique compensador de El Chocón, ubicado 25 km. aguas abajo y es complementario del mismo, pudiendo generar casi 128 MW. 

El sistema estaba concesionado a empresas privadas, con contrato cuyo vencimiento operó en el año 2023, momento en el cual podrían haber vuelto a manos del Estado, es decir, de los argentinos, lo que a primera vista parecía lo más adecuado a la luz de la experiencia y vista la importancia estratégica que tiene la generación de energía en el interés nacional. Pero la falta de decisión política (cuyo origen no se analizará en esta columna) hizo que eso no ocurra, y se fue prorrogando el plazo de concesión, hasta que, hace pocos días llega la noticia de que “…la Secretaría de Energía ultima los detalles para un inminente llamado a licitación para la venta del paquete accionario de las cinco represas del Comahue…” (1). Podría pensarse que el producido de la venta, estimado en U$S 500 millones, se aplicará a otras formas de generación de energía, o a obras de infraestructura, pero no, ya que según explicó el ministro de economía Caputo “… Las privatizaciones son parte del ingreso de dólares que espera el Gobierno para sumar reservas al Banco Central de la República Argentina (BCRA)(2).

Traducido, los 500 millones de dólares se utilizarán para seguir manteniendo artificialmente bajo el tipo de cambio, con el objeto de mostrar estabilidad macroeconómica y aparentar una tendencia a la baja de la inflación en pesos -que resulta altísima en dólares-, con las consecuencias conocidas de destrucción del proceso productivo nacional por pérdida competitividad -que está afectando ya también a los productos primarios como la carne-, por el ingreso de importados a menor precio y el éxodo del turismo al exterior.

En síntesis, se venden estas centrales hidroeléctricas de importancia estratégica para alimentar la bicicleta por unos pocos días, vista la velocidad con que se consumen divisas que han ido ingresando, provenientes de exportaciones y en una gran proporción de endeudamiento externo, en turismo internacional (un puñado de familias que pueden aprovechar esta coyuntura), importación de bienes (muchos que sustituyen a los que fabricamos en Argentina) y -fundamentalmente- formación de activos en el exterior.

Vale decir, la plata que pusimos entre todos los argentinos desde hace 50 años para construir estas centrales se la siguen llevando los de siempre.

No se quiso, no se supo, no se pudo. No haber encarado decididamente la transformación de este y otros tantos aspectos (Ley de entidades financieras, administración del comercio exterior, minería, política aduanera, etc.) origina en buena medida que los períodos de gobierno 2002/2015 y 2019/2023 no hayan logrado sostener un ciclo económico virtuoso, enfrentando a partir de un momento un prolongado freno del crecimiento y consecuentemente un retroceso en la distribución del ingreso. Y explica -aun cuando parcialmente- el descontento social que produce la irrupción del proceso de saqueo colonial que nos afecta en la actualidad.   

Es por ello que una propuesta nacional de cara al futuro debe necesariamente explicitar como se proyecta operar sobre estas cuestiones para recrear un país grande y libre con un pueblo feliz. Es decir, seguir optando por ser Patria y no colonia…

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