OPINION. Por Daniel Guerin
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La profesora de matemática se demoraba en llegar. Se veía el nerviosismo de celador, pero no decía nada. Finalmente entró al aula acompañada por el Regente de Estudios a cargo de la Dirección. La señora visiblemente conmocionada se paró ante nosotros. Estábamos a mitad de 1976. Nos pidió con la voz entrecortada que le tuviéramos paciencia, que esa madrugada encapuchados fuertemente armados habían irrumpido en su casa llevándose secuestrado a su marido, que no sabía qué hacer y que solo se le ocurrió continuar con su trabajo pasión, enseñar.
Unos ocho años después me enteré, de la manera más sencilla y menos pensada que ése secuestrado era Eduardo cuando me presentó a su esposa. La historia cerraba, en un pequeño círculo, toda la densidad de la dictadura y “Chiquito” era el mensajero. Desde la brutalidad de la interrupción nocturna, el secuestro, la desaparición y la tortura hasta la hipocresía de las autoridades y la comprobación obvia de que los ciudadanos estábamos al tanto del método represivo y que no estábamos dispuestos a la impunidad del olvido.
En Eduardo Hidalgo podemos sintetizar el derrotero de la construcción de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos en la ciudad. Y no particularmente en su sufrimiento personal ni en los tormentos que soportó, sino en la búsqueda de la verdad sobre la suerte corrida por su hermano y su cuñada y con ello, de todas las víctimas de la brutalidad represiva.
Cuando se escriba la historia de la construcción de la Democracia en Bahía, Eduardo tendrá un lugar preponderante entre los que lograron, y logran, desvelar aquello que los asesinos creen tener guardado en el olvido y que seguirán sintiendo su mirada y la firmeza de sus palabras cercenando verdades de mentiras, imposturas de honestidad.
Duro al dar definiciones, sin medias tintas al tomar posturas, tenaz buscando la verdad. Será difícil seguir en el camino, pera habrá que hacerlo. Siempre lo tendremos entre nosotros junto a Ernesto Malizia y Hugo Cañón marcando el rumbo.
Para el señalamiento del lugar donde funcionó el centro de detención, tortura y exterminio “La Escuelita” en terrenos del V Cuerpo dijo que en un sitio donde la muerte tuvo lugar, somos los que traemos la vida y afirmó que nada podrá volver atrás y que ésta es una marca en la Bahía del silencio hasta que Bahía sea lo que una vez soñamos.
Claro que sí, compañero, seguiremos tu lucha soñando una sociedad más justa, solidaria e igualitaria.