Ingeniero White, un pueblo políglota y cosmopolita
Por Conrado De Lucia
Tanto los pueblos mediterráneos como los portuarios pueden ser centros de irradiación de cultura. La modalidad de esa difusión difiere según se trate de sociedades mediterráneas o portuarias: las ciudades como Córdoba tienden a conservar la cultura ya adquirida; los puertos como Buenos Aires producen y difunden hechos culturales inéditos, totalmente nuevos. Mientras a una ciudad se le ha otorgado el título de docta, y atesora los mejores rasgos heredados de la cultura hispana, la otra ha dado origen a un hecho artístico originalísimo: el tango.
La ciudad de Bahía Blanca disfruta del privilegio de ser vecina del Puerto de Ingeniero White. En lugar de ser como tantas otras poblaciones bonaerenses una ciudad inmersa en la soledad de la pampa, y estar expuesta –como lo percibió Ezequiel Martínez Estrada– a la influencia de las fuerzas telúricas que tienden a disgregar el esfuerzo del hombre por humanizar su habitat, la bien llamada «capital del sur» recibe a través de su contacto con los porteños de Ingeniero White una influencia cultural cosmopolita que la enriquece en una variedad de aspectos.
En la ciudad surgen asociaciones de idiomas extranjeros que conservan y prolongan nuestra cultura europea; en la localidad portuaria suburbana muchos habitantes son por necesidad descuidadamente políglotas: Hablan griego e inglés tanto el médico Pollio como el ferretero Dignani o el proveedor marítimo Stefanu. Las expresiones en dialectos italianos dan fuerza y colorido a la conversación cotidiana. En los juegos –que todavía juegan–, los chicos emplean frases aprendidas de oído que reúnen términos croatas con exclamaciones napolitanas.
En lugar de restaurantes exóticos, siempre al uso en las urbes fenicias, hay en Ingeniero White una espontánea tradición de cocina internacional, con ingredientes y recetas que se intercambian entre vecinos, y platos que se comparten: masas perfumadas a la usanza griega, polenta con pajaritos, aceitunas preparadas con los más variados procedimientos y aderezos.
La buena mesa es conocida y valorada, a la vez que se evitan y se rechazan las propuestas del negocio multinacional de comida rápida, industrial, envasada y enlatada, con la espontánea conciencia de superioridad cultural de quien vive inmerso en una medio de múltiples raíces que aprecia lo verdaderamente natural y saludable.
Ya con los primeros cientos de pobladores surgió en Ingeniero White la actividad teatral, sin una sala de creación municipal, pero con talentos alentados desde el hogar por la tradición de abuelos europeos. Antes aún de Belavigna, Radelgi y Emiliani, en la década del veinte los alumnos de los últimos grados del viejo Colegio Sarmiento interpretaban obras en verso, ¡y en italiano! –Así lo testimoniaba hace años don Pascual Iannamico, mientras me recitaba su parte, aprendida cuando era niño.
El esfuerzo de vecinos entusiastas que prosiguen la obra de sus mayores, ha restaurado el antiguo salón de la Società Italiana di Mutuo Soccorso «Unione Operai» –»la italiana», en donde Elder Silvio Emiliani presentaba sus propias obras y dirigía al «Seminario de Teatro Vocacional Whitense» fundado por él–. Hoy esa sala se denomina «Teatro de Ingeniero White», y ofrece un marco de excelencia para el quehacer teatral de la ciudad y la región.
El «Museo del Puerto» es un centro cultural vivo, que no enfatiza elementos estáticos sino que refleja activamente las costumbres y actividades que viene desarrollando desde hace décadas la gente del pueblo. La importancia de este originalísmo museo se ve reconocida en la mención que ha merecido por parte de la cancillería argentina: en sus catálogos se lo propone como una atracción digna de ser visitada por los turistas extranjeros.
Otro emprendimiento cultural de similar importancia es el «Museo-Taller FerroWhite», que rescata para la memoria colectiva los años en que el ferrocarril –»la Empresa», como se lo llamaba por antonomasia– era el principal medio de transporte y la mayor fuente de puestos de trabajo.
Tanto los habitantes de Ingeniero White y Bahía Blanca como quienes arriban a nuestra localidad pueden recorrer diariamente sus originales salas, que recrean, en el auténtico marco de la antigua constucción de pinotea forrada en chapa galvanizada, distintos aspectos de las actividades de cada día: un aula escolar, una peluquería, ambas con todo su mobiliario y accesorios, una gran sala con su cocina «económica» e infinidad de utensilios: morteros de mármol, sifones multicolores, la infaltable máquina Singer para confeccionar la ropa de la familia….
Los rasgos pintorescos que tantos visitantes señalan como característicos de Ingeniero White, suelen pasar desapercibidos para sus protagonistas, cuya originalidad y creatividad surgen espontáneamente como requisitos de su vivir cotidiano, sin ningún tipo de afectación ni pretensiones.
La cosmopolitización cultural de hoy no depende ya de la actitud inquieta de modestos inmigrantes: Los medios masivos de comunicación han puesto al alcance de todo el mundo la más variada información sobre las costumbres, valores y modos de vida de otros pueblos. Sin embargo, un auténtico conocimiento de la cultura de una comunidad solamente se alcanza en plenitud a través de la vivencia directa de sus modalidades de existencia. Y el suburbio portuario de Bahía Blanca, Ingeniero White, es una singular localidad que invita cada día a conocer el espíritu de iniciativa, de creación y de superación de sus habitantes, a través del cosmopolitismo cultural de una docena de nacionalidades de inmigrantes.