Adiós Hebe

Por Daniel Guerín

Estos dolores se
exprimirán como pañuelos hasta
estrujar tantas lágrimas vertidas

Pablo Neruda


“Está mi corazón en esta lucha” nos afirma Pablo desde el poema y Hebe hizo voz, carne y hueso la consigna. “A nosotras nos parieron nuestros hijos”, afirmaba. Y ellas, Las Madres, a nosotros y nosotras.


En cualquier otro idioma hay que explicar esta última frase. En el nuestro no. Es obvio que las madres paren hijos e hijas. Pero aquí Las Madres parieron pueblo y conciencia. Desde la brutalidad fríamente calculada en una tétrica mesa de arena, se preparó metódicamente el plan de exterminio que se llevó adelante sin titubear ni dudar. Aquel plan “perfecto” para terminar con nosotros, no evaluó la respuesta de la fuerza humana más profunda y fuerte: Las Madres de sus víctimas. Fuerza que puso en jaque el poder omnímodo hasta romper todo dique de contención que se le puso a la Justicia, no al Poder Judicial sino al valor justicia. No hubo desapariciones, balas, torturas, machetazos, cargas de caballería, persecuciones judiciales, campañas de desprestigio, insultos varios que las doblegaran, que las hicieran correrse ni un poco del camino a la verdad y la justicia que las motoriza.


Aquellos que justifican un asesinato por el robo de un automóvil, acusan a Las Madres y Abuelas por reclamar justicia, por buscar la verdad. Hebe es un faro a seguir en medio de la niebla. Una voz fuerte, clara y dura, que mal que les pese a sus detractores, jamás habló de venganza. Siempre lo hizo reclamando justicia.


Hoy, Día de la Soberanía, hermosa coincidencia temporal, nos dejó Hebe. No llegó a los 94. Dejamos de ser definitivamente niños cuando perdemos la madre. Ya somos grandes y debemos andar solos. La guía y el rumbo nos los dejó marcados. Como buenos hijos, continuaremos el camino.


“Y con nosotros nuestros muertos para que nadie quede atrás” nos enseñó Don Ata. Hebe ejerció esta máxima con creces y nosotros lo continuaremos haciendo.


Hasta la victoria siempre, querida Hebe.