OPINIÓN. Por Juan Reginato
Duerme tranquilo el señor Juez.
Cumplió. Hizo lo que tenía que hacer. ¿Qué otra cosa pueden ser sino culpables? Con solo mirarlos se les nota en la cara. No hace falta estudiar derecho para saberlo, al fin y al cabo ese no es su fuerte. Mucho menos debe haber consistencia a la hora de fundamentar, ejercicio este donde ¡ay! el vacío aparece en toda su extensión. Nada de eso, toda la gente sana de esta sociedad lo venía pidiendo: la gobernadora del departamento inexplicable, el intendente de ingresos inexplicables, los empresarios con cuentas en paraísos fiscales, los medios tan serviles. Y los que mueven los piolines en la justicia. Qué más. No importa que cambien los gobiernos. Acá todos saben que lo visible es solo la máscara del poder y el señor Juez aprendió muy bien a no correrse de esa línea. Atrás quedó el mal trago (no hay aquí ninguna referencia a vicios personales) que le hicieron pasar desde la Cámara de Diputados de la Nación al repudiar el fallo a Rosalía, esa mujer, tan negra como estos a los que acaba de condenar. Él la había mandado a encerrar por 8 años pero se generó tanto ruido que finalmente todo volvió para atrás. Esta vez también pintaba para escándalo cuando en el camino se le murió uno de los acusados por falta de atención médica, pero seamos sinceros ¿cuánto valía esa vida?
Duerme tranquilo el señor Juez. Todo está bien, todo está en su lugar. El pobre en su sumisión, el rico en su especulación, el medio pelo en su donación.
Duerme tranquilo el señor Juez. Sin sueños ni ideales, sin amores que valgan la pena, sin valores ni esperanzas.
Duerme tranquilo el señor Juez.