OPINIÓN. Por Juan Reginato

El modelo que guiaba al gobierno de Macri no necesitaba del gasoducto. Su esquema consistía en exportar el gas que dejaban de consumir las industrias, los comercios y los domicilios por el aumento de tarifas y la caída de la actividad económica. Así de simple. Un modelo para 15 millones de habitantes.

Por eso fue eyectado.

El gobierno de los Fernandez tiene un modelo con eje en el consumo interno, por eso las tarifas no siguieron a los precios internacionales ni a la inflación, de reactivación económica manifestada en el crecimiento de PBI y de creación de empleo. Todo esto en un marco de restricciones: la deuda que dejó el macrismo, la pandemia y la guerra. No es poco lo que se viene haciendo, falta mucho, sobre todo en inflación y distribución.

En este modelo la necesidad del gasoducto es imperiosa porque va a permitir avanzar con proyectos generadores de riqueza y empleo que hoy están en espera y además abre la posibilidad de exportar como GNL, permitiendo el ingreso de divisas, tan necesarias después del festival de deuda en dólares del macrismo. Y de paso: ser parte en alguna medida de la reducción de daños ocasionados por la guerra.

Dicho esto: compañeras, compañeros, con lapicera y sin lapicera (copio a Zaiat en su nota de hoy en P12 sobre YPF Agro) ¿serían tan inteligentes de dejarse de romper las pelotas con la internita y hacer todo lo posible para que el gasoducto esté terminado el año que viene?

Digo nomás.

Porque suena tan poco serio el off como el argumento de traer el tren de laminado.

Los que vivimos de un salario no tenemos proyectos alternativos, solo uno nos tiene como sujetos, y no estamos dispuestos a que las disputas de dirigentes lo estropeen. Si así fuera y entonces pese a ellos encontraremos la forma de seguir avanzando, como ha sido a lo largo de la historia.

Ya lo verán.