¿Qué es esto del Halloween?

OPINIÓN. Por Conrado De Lucia

   Los días transcurrirían con un devenir monótono de no mediar acontecimientos, hechos y situaciones que alteran esa uniformidad cotidiana y se presentan con la apariencia de lo excepcional, lo insólito, lo memorable. Esos acontecimientos que rompen la monotonía establecen un antes y un después que sirven de hito para acotar la continuidad temporal.

Desde tiempo inmemorial las sociedades conservan la memoria de sus días fastos y nefastos, y los evocan anualmente con los más diversos rituales y ceremonias. El cristianismo, continuando la tradición judía, establece los tiempos fuertes del año litúrgico –la Navidad, la Resurrección– como momentos en los que se supera la profanidad de la duración temporal, y se ingresa –a través de los ritos– en un ámbito que reactualiza el tiempo del mito, el tiempo en el que ocurrieron los acontecimientos que dan orientación y sentido a cada cultura.

Este fenómeno originariamente religioso, se refleja en la sacralización de ciertas fechas profanas, en la que los pueblos evocan sucesos significativos de su historia. Así los argentinos tenemos un calendario que no conmemora la muerte de nuestros grandes hombres –como suele decirse con ligereza–, sino la fecha en que se cierra el capítulo temporal de sus vidas, para ingresar en la permanencia definitiva de la historia.

Cuando un acontecimiento es pasajero, circunstancial, se dice que es efímero, es decir, que dura un día (en griego: ef-hemera, de un día). Con idéntico significado, pero con una connotación totalmente opuesta, llamamos efemérides a los acontecimientos históricos ocurridos en la misma fecha.

El mes de noviembre tiene varias efemérides profanas a las que distintos grupos sociales atribuyen variada importancia, desde el día de la Tradición, el 10, al de la Soberanía Nacional, el 20, pasando por el de la Militancia, el 17.

El 11 de noviembre es el día del santo patrono de Buenos Aires, San Martín de Tours, festividad católica heredada de España, donde se la celebra con misas y procesiones, seguidas de comidas de fiesta en la que abundan los lechones asados. Esto da origen a la conocida sentencia: «A cada chancho le llega su San Martín».

Como un ejemplo de dialéctica de los opuestos, en Buenos Aires se celebra en esa misma fecha el día del marido engañado. Anónimas felicitaciones solían hacerse telefónicamente y por carta en épocas más despreocupadas y joviales, y hasta se llegaba al gasto de una encomienda en la que se enviaba, por malicia o por afán de causar daño, un par de cuernos de carnero.

El mes comienza con dos fechas religiosas: El primer día es el de la festividad de Todos los Santos, en la que recordamos la comunión que une a todos los bautizados sin excepción. El día 2 es el de la conmemoración de los fieles difuntos, aquellos que ya no están con nosotros pero con quienes nos une precisamente la fe en la comunión de los santos que declaramos en el Credo.

La fiesta del primer día es de tanta importancia entre los pueblos cristianos, que llega a dar nombre a ciudades como Todos los Santos de la Nueva Rioja, entre cuyos santos –id est bautizados– ilustres se cuentan Joaquín V. González y Carlos Saúl Menem.

Los contrarios son opuestos y al par se unen. El día de todos los miembros del pueblo de Dios es precedido por la Víspera de Todos los Santos. La frase que lo expresa en inglés ha evolucionado hasta dar origen a la palabra Halloween. Es una celebración que implica distintos aspectos: preparación de la inminente fiesta religiosa, ocasión para disfraces y juegos infantiles, invocación de poderes opuestos a Dios, pretendidos aquelarres, inofensivas noches de brujas, con calabazas caladas al modo de calaveras e iluminadas con velas interiores.

La misma oposición de elementos contrarios, con un valor catártico y preparatorio, tiene la fiesta de la carne, la carnestolenda o carnaval, en vísperas de la solemne iniciación de la Cuaresma: el Miércoles de Ceniza.

Nada hay de cuestionable en la celebración del Halloween. Una muy antigua tradición inspira sus aspectos característicos, en los que no podemos ver mayor intención maligna que en los ritos del carnaval. Lo que se objeta con cierto fundamento es el trasfondo de penetración cultural implicado en el intento de difundir en nuestra cultura una festividad totalmente ajena a nuestras costumbres, con una previsible intención de lucro.

En una sociedad con desocupación y penuria económica, inspira rechazo el intento de originar consumos superfluos tratando de imponer una moda frívola más, para único beneficio de comerciantes con pocos escrúpulos. Los mismos que profesan un cristianismo de domingo, que pretende ocultar a los ojos de Dios acciones que no se guían por el Sermon de la Montaña.

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(Foto: diainternacioalde.com)