OPINIÓN. Por Claudio Angelini
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¡Cuántas veces se habrá repetido esta frase, reproducida hasta en la remera de algún joven militante!
Cómo a tantas otras oraciones de la sabiduría popular convertidas en apotegmas, uno le va encontrando el sentido profundo con el paso del tiempo, a medida que la realidad va comprobando cuanto de cierto tienen.
En particular, la que encabeza estas reflexiones por estos días toma una relevancia y actualidad sorprendente.
Haciendo un recuento muy a vuelo de pájaro, recordé que, solamente en agosto, (nos) pasaron estas cosas (si, «pasaron cosas»):
- El 4 se llegó a un acuerdo con los acreedores privados de deuda externa, mediante el cual se modifica el esquema de pagos de unos U$S 68.000 millones, lo que alivia la situación financiera de nuestro país y al mismo tiempo produce una quita –con el consecuente ahorro- de U$S 34.000 millones, lo que será determinante para la recuperación de la catástrofe económica prolijamente pergeñada desde 2016 hasta 2019.
- A fines de la primera quincena se anunció que el laboratorio AstraZeneca, no bien finalice la última etapa del desarrollo de la vacuna contra el Covid, comenzará a producir el principio activo en Argentina, lo cual, además de permitirnos cierta prioridad para su adquisición, demuestra la capacidad científica y el know how de los que disponemos.
- El 31 vimos en directo como se lanzaba al espacio desde Cabo Cañaveral el satélite SAOCOM I-b, que posee tecnología y desarrollo íntegramente argentinos, que nos hace integrar un “club” muy selecto de pocos países con esa capacidad.
Podremos coincidir en que esos logros están íntimamente ligados a la decisión política de un gobierno. Pero no debemos perder de vista que son posibles en virtud de nuestra historia, nuestra educación, nuestras capacidades y talentos.
Es necesario recordarlo a cada momento, porque hay un ocultamiento (sin dudas deliberado) de los logros y las buenas noticias, para escamotearnos la alegría y la esperanza y alimentar la visión de que los argentinos no tenemos destino (“este país no tiene arreglo…” “hay que irse, aunque sea a trabajar de lavacopas…”)
Este proceso se lleva adelante mediante el ocultamiento:
- Las cuestiones de corto plazo (que sucedieron hace muy poco tiempo o incluso están transcurriendo en el presente), no se hacen visibles en los medios masivos de comunicación o, si resultan inocultables, se las deprecia. Ello si hubiera fracasado el previo trabajo de disvalorización y/o demolición. Por ejemplo, considerar al ministro Martín Guzmán negociando con los fondos de inversión como el Club Sacachispas compitiendo con el Real Madrid, pero después no destacar con la importancia que merece que el partido lo ganó Sacachispas…
- De las de antigua data se encargan también los medios y se agrega la historia “oficial”, que los arrincona para que no llamen demasiado la atención. Preguntemos a un/a adolescente o joven, por ejemplo, si conoce o sabe a que se dedicaron Carlos Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, Adolfo Perez Esquivel, César Milstein o René Favaloro, entre tantos, tantísimos otros. En el mejor de los casos solamente los nombres le resultarán algo familiares. Pero a la mayoría le resultarán desconocidos.
A resultas de ese proceso hemos tolerado que un ministro mande a los científicos a lavar los platos o se ha aceptado que vale más el director de un fondo de inversión que un becario del Conicet o se ha impuesto que quienes lucharon por la libertad fueron bárbaros o tiranos. (1)
Entonces es prioritario que, además de la reconstrucción económica y social, contribuyamos a nuestra revalorización como Nación y como Pueblo. Sin dejar de reconocer lo negativo –que también cargamos en nuestra espalda-, difundamos, disfrutemos y alegrémonos por nuestros logros, y reconozcamos a quienes nos enorgullecen, sean del color que fueren.
Recuperemos la alegría y la autoestima, que sin ellas será imposible soñar con un país para todos…
Y ya que comenzamos con Don Arturo, finalicemos con él:
“Todos los sectores sociales deben estar unidos verticalmente por el destino común de la Nación … Se hace imposible pensar la política social sin una política nacional”
“El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro, se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo … Para ustedes la Nación se realizó y fue derogada; para nosotros, todavía sigue naciendo.”
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(1) “Pero se sigue adoctrinando sistemáticamente en la enseñanza de la historia para lo cual los réprobos son los que defendían la soberanía y los próceres los que la traicionaban para fines institucionales.” A.J.