ESPERAR PARA COBRAR POCO

El pasado viernes 3 de abril, las largas filas y el aglomeramiento que se produjeron en ALGUNAS localidades, en especial del Conurbano bonaerense, al reabrir los bancos para pagar beneficios jubilatorios y sociales, motivaron la demostración de un gran interés por el bienestar de la clase pasiva de parte de muchos medios de comunicación.

En principio, si fuera creíble, sería reconfortante apreciar ese cambio de actitud de las empresas periodísticas, que hasta hace poco tiempo relativizaron, o directamente invisibilizaron, los perjuicios crecientes que se les fue produciendo a los beneficiarios del sistema de seguridad social. Desde la suspensión de pensiones por incapacidad, hasta el cambio de fórmula para el cálculo de la movilidad jubilatoria, que significó una pérdida de por lo menos un 25% del poder adquisitivo, pasando por la anulación de la gratuidad de los medicamentos provistos por el PAMI.  

Pero lamentablemente ese giro no existe. En el contexto actual, las críticas provenientes de esas empresas periodísticas, inspiradas por la inadecuada organización de la forma de pago a los beneficiarios, que produjo los referidos hechos (que objetivamente existieron en ciertos núcleos poblacionales -no en todo el país, por cierto-), no fueron motivadas por solidaridad hacia los adultos mayores, sino que buscaron crear un clima que aumente el malhumor social y dañe la imagen del gobierno, frente al mayoritario apoyo a las medidas despleagadas por la crisis sanitaria. Los comentarios negativos se centraron casi con exclusividad en el Director Ejecutivo de la ANSES, en el Presidente del B.C.R.A. y, con particular virulencia e inexplicablemente, en el Secretario General de la Asociación Bancaria Sergio Palazzo. Puede entenderse que se objete el accionar de miembros del Poder Ejecutivo, quienes en definitiva son los que tienen injerencia directa en la organización, habida cuenta de su rol. Lo que no se advierte es la razón de endilgarle algún grado de responsabilidad a la conducción gremial de los trabajadores bancarios, que, por no constituir materia negociable, y vista la magnitud de la crisis, se limitó a acatar lo dispuesto en los sucesivos Decretos y Resoluciones.

Pero más allá de estas consideraciones, lo cierto es que ninguna de las airadas críticas que se formularon tuvieron como objetivo la otra pata del problema: LOS BANCOS. Nadie se preguntó que papel juegan en la instrumentación de los pagos que administra la ANSES y otros entes previsionales de las provincias. Cualquiera de nosotros habrá visto las tradicionales filas de adultos mayores que se forman temprano por la mañana los días de cobro, sobre las puertas de algunos bancos. Principalmente los públicos y unos pocos privados.

Para dimensionar de lo que estamos hablando, antes que nada hay que conocer el sistema de pagos previsionales y de ayuda social de nuestro país. Y compararlo con la capacidad el sistema financiero.

Sin pretensión de exactitud, se intenta presentar una aproximación de las cantidades que de idea del volumen. Solamente la ANSES (es decir sin tener en cuenta organismos de seguridad social provinciales –el IPS por ejemplo-) administra el pago mensual de más de diecisiete millones de beneficios. A saber:

BeneficioCantidad de beneficiarios (*)
Asignación Universal por Hijo3.923.040
Asignación Universal por Embarazo77.033
Asignaciones Familiares a Trabajadores Activos3.888.000
Asignaciones Familiares a Trabajadores Pasivos, PNC y Ex combatientes1.638.461
Beneficios No Contributivos (Ley Nº 26.913, Ley Nº 23.848, PUAM, Madre de 7 o más Hijos, Vejez, Etc.)536.507
Jubilaciones y Pensiones6.938.014
TOTAL DE BENEFICIOS17.001.055
(*) Datos a Junio de 2019 – Publicados por la ANSES

Entonces, para conocer como se distribuye la tarea de efectivizar estos pagos, teniendo en cuenta que en su inmensa mayoría se canalizan a través de acreditación en cuentas Cajas de Ahorro de titularidad de los beneficiarios, se relevaron la cantidad de esas cuentas que registra cada banco, según información pública disponible en la web del Banco Central de la República Argentina.

Se relevó también la cantidad de sucursales y de cajeros automáticos que posee cada entidad, en tanto resultan los recursos materiales esenciales para la atención de los beneficiarios, y su cantidad de personal, toda vez que su participación es imprescindible para la misma, sin dejar de tener en cuenta la creciente intervención de la tecnología, habida cuenta de su bajo nivel de utilización por parte del sector bajo análisis.

Tomando las entidades más relevantes, los resultados son los siguientes, presentándose en orden creciente de cantidad de cuentas previsionales y de ayuda social:

Surgen algunas primeras apreciaciones:

  • Entre dos bancos públicos (Nación y Provincia de Bs. Aires) atienden al 44% de los beneficiarios de la ANSES
  • Las mismas entidades concentran más del 30% del parque de cajeros automáticos del país
  • El Banco Ciudad –también público- paga menos de un 2% del total nacional, motivado por su escasa distribución geográfica (sucursales concentradas en CABA)
  • Las seis entidades más grandes de la banca privada (HSBC, BBVA, SANTANDER RIO, PATAGONIA, GALICIA Y MACRO) que presentan una importante cantidad de sucursales, cajeros automáticos y distribución territorial, entre todas prestan atención a poco más del 20% del total. Es decir que sumados seis bancos, no llegan a atender ni siquiera a la mitad de beneficios previsionales y de ayuda social que está a cargo del Banco Nación.
  • De los nombrados, solamente el Banco Macro registra más cuentas previsionales que cuentas sueldo (de pago de haberes a trabajadores activos), lo que puede interpretarse como una decisión estratégica comercial de privilegiar dicho segmento sobre los pasivos, en lo que se conoce como “Banca de Individuos”. Dentro del mismo, se estratifican por nivel de ingresos para comercializar productos con la mayor rentabilidad posible.
  • Existe una cantidad de cajeros automáticos que permiten atender la demanda habitual de operaciones, pero no los picos que estacionalmente se producen los días de cobro. De ellos, casi un tercio está a cargo de la banca pública, que entonces debe afrontar significativas inversiones al momento de adquirirlos, e incurrir en importantes gastos de mantenimiento y recarga de dinero, toda vez que son los que mayor cantidades de “posiciones extrabancarias” poseen, muchas veces en lugares alejados de los centros, para atender sectores de alta densidad poblacional pero bajo promedio de ingresos y de los que frecuentemente se valen otros bancos para dispensar dinero a sus ahorristas.

Recordando el disparador de esta nota, que fue el proclamado interés por atender adecuadamente a nuestros adultos mayores, este diagnóstico, con el que por supuesto puede coincidirse o no, permite preguntarnos si no  debiera replantearse el papel del sistema financiero en la red de pagos, para que sea utilizado por la sociedad como un instrumento más de servicio y bienestar.

Ello no significa que los bancos deban renunciar a los negocios que actualmente desarrollan conforme sus respectivas estrategias comerciales, pero sería esencial que, luego de planificarse adecuadamente (en función de variables como desarrollo territorial, cantidad de sucursales, etc.), se le impongan cuotas mìnimas de atención de jubilados, pensionados y ayudas sociales,  que necesariamente cada uno de ellos deba cumplir, contando con el equipamiento necesario, logrando una distribución más equitativa, que, además de operar en favor del confort de los beneficiarios, devuelva competitividad a la banca pública, que le facilite cumplir su cometido de promover el desarrollo. Se deja para otra oportunidad el tema de la administración de la tasa de interés, variable fundamental para que exista financiamiento para la economía real.

Finalmente, otro aspecto que los hechos aludidos, acontecidos en algunos lugares del Conurbano Bonaerense y otros, ponen de relieve es la hegemonía de la comunicación de los medios de Capital Federal, demostrándose como opera en nuestra subjetividad, toda vez que la actitud de muchas personas (jubilados o no) en estos días tuvo que ver con lo que los medios le mostraron que ocurría a 700 km de su lugar de residencia, como si se tratara de una situación generalizada en todo el país. Pudo verse –por ejemplo- en Bahía Blanca, a gente haciendo fila en la vereda de algún banco a la madrugada. Personas, con su reposera, a las cinco de la mañana del sábado, que cuando se les preguntó por qué habían ido tan temprano respondieron “… y, con el lío que hubo ayer…” .   

CLAUDIO ANGELINI

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