Seguiremos a pata

Por Daniel Guerin

 

El lanzamiento del FREPASO se hizo en El Molino. Allí el Frente Grande del Chacho y País Solidario del Pino, anunciaron el camino acordado para resolver la fórmula presidencial. 

 

Estuve en aquel acto. Al terminar, la prensa se amontonó en el escenario alrededor de los candidatos. Miré hacia el lado opuesto y vi dos hombres conversando vivamente. Uno alto de gestos suaves y pelo largo y otro petiso, canoso algo pelado con una sonrisa que despertaba confianza: José Pablo Feinman y Mario Wainfeld. Me puse al lado sin pedir permiso. Les pareció normal porque no me llevaron el apunte.

 

José Pablo sobrevolaba las especulaciones sociales, las consecuencias políticas y las salidas posibles del final del menemismo, del país que dejarían. Mario, mucho más pragmático, miraba las posibilidades de avance, retroceso y consolidación del frente recién conformado, sus fortalezas y debilidades. Dos pensadores y agudos observadores imaginando un futuro complejo con múltiples planos y visiones que se complementaban y sintetizaban. La conversación construía nuevas ideas y generaba nuevas preguntas que prestos se abocaban a responder. No se contradecían, se integraban. No puedo precisar cuánto duró. El salón se vació y debieron dar fin al encuentro o seguirlo en otro lado. Para mi terminó allí. Ese día le puse cara a las notas que leíamos en la revista “Unidos” cuando alguno la traía a Bahía desde Capital.

 

La casualidad quiso que fuera testigo de las derivas de dos pensadores que lo más importante que tenían en común eran su honestidad intelectual y su militancia política declarada. Desde ellas escribieron, enseñaron, vivieron.

 

Como militantes sus palabras, sus observaciones no nos bajaban línea, nos daban educación, argumentos y nos provocaban a pensar y repensar nuestras convicciones. Dos indispensables.

 

 En “Botellas al Mar” tuvimos el enorme orgullo de haber conversado con José Pablo. A Mario lo teníamos en carpeta. Se nos fue antes. Deberemos seguir leyéndolo ya no sobre la coyuntura, sino desde las claves que nos dejó para intentar entender el todo.

Vamos a extrañar sus notas de los domingos. Sus frases precisas, sus ironías, sus definiciones. Su canto desafinado acompañando una guitarra. Su risa contagiosa. Su discurso que hilvanaba tal como escribía que nos hacía ponerle su voz cuando lo leíamos.

 

Hasta siempre Mario, tus oyentes y lectores de a pie nos quedamos a pata.