Bruno Susani – Entrevista del 23/10/2021

Bruno Susani es Licenciado en Economía por la Universidad Nacional del Sur (UNS) y Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de París. Fue Secretario Académico del Departamento de Economía de la UNS entre 1973 y 1974. Conseiller Regional (Diputado) por el Partido Socialista francés de la Región Parisina (2004-2010). Colabora habitualmente con columnas económicas en el diario Página 12.

La entrevista fue motivada por el proceso observado de aumento de precio de los alimentos, que excede a los índices de evolución de precios al consumidor de nivel general, que determinaron que el nuevo Secretario de Comercio Interior Roberto Feletti dispusiera una medida de congelamiento de precios de artículos de la canasta familiar por noventa días.

Al respecto, el Dr. Susani señala que “…hay que tratar de entender como se forman los precios. Hay que ver quien decide que los precios sean los que son…” refiriendo que “…los fijan las empresas”.  

Preguntamos entonces por qué los alimentos están aumentando más que cualquier otro bien de consumo, y explica que ello se debe a que los alimentos tienen una demanda inelástica. Es decir que sea cual fuere el precio, el consumidor no puede evitar comprarlos porque los necesita para vivir. Además describió el mecanismo por el cual cuando las empresas formadoras de precios son pocas, pueden “cartelizarse” para imponer los precios. Dice: “… si ud. tiene sólo tres o cuatro fábricas de fideos, se van a poner de acuerdo para fijar el precio (…) ud. tiene que elegir entre ellas, porque necesita alimentarse…”.

Entonces, ¿cuál es el límite del aumento? Manifiesta que los consumidores van a dejar de comprar en el momento en que haya un incremento más rápido de los precios que de los salarios. Esa caída del poder adquisitivo del salario, en algún punto determina que no puedan aumentar más porque la reducción de consumo les hace perder volumen, y existe un nivel por debajo del cual se les disminuye la rentabilidad.

Es decir que el limite del aumento estará dado por el acuerdo que hagan los oligopolistas entre ellos.

A continuación se refiere a la hegemonía en los medios de comunicación, afirmando que es un fenómeno mundial, no solo argentino, poniendo como ejemplo a Francia -en donde el reside-, país en el que existe un 20% del total de los medios en manos del Estado, y el resto se distribuye en diversos grupos empresarios de comunicación. Esta referencia la introduce respondiendo a nuestra afirmación que sostiene que por la falta de pluralidad informativa, en nuestro país se escucha invariablemente un pensamiento económico único, que sostiene que la única causa de la inflación es la emisión monetaria (la “teoría cuantitativa de la moneda” -el monetarismo-, según explica).  

No duda en calificar al monetarismo como una falacia total. La teoría no explica finalmente si el problema está en la oferta o en la demanda o en quien fija finalmente el precio. Y esto es así porque el monetarismo basa su teoría en un modelo ideal (la “edad de oro”) que no existe en ningún lugar (dado que supone que existe pleno empleo).

Sostiene que es falso que durante el gobierno de Macri haya habido restricción monetaria. Durante 2019 el aumento de precios llegó a un 56%. Entonces, si fuera así, y si hubiera habido restricción monetaria no podría haberse registrado esa inflación. Pero hay otros factores: en 2018 y 2019 hubo recesión, entonces disminuyó la oferta, pero se mantuvo la demanda, y eso provocó el aumento de los precios, aun cuando se hubiera reducido la masa monetaria.

Se le pregunta como influye la fuga de capitales. El Dr. Susani sostiene que es un fenómeno distinto, consistente en adquirir moneda extranjera con pesos y quitarla del circuito económico (vaya al “colchón” o al extranjero). En la actualidad la cantidad de dinero que se transa en el mercado de moneda extranjera paralelo (el “blue”) es insignificante por su monto -de U$S 5 millones diarios en promedio- y por la cantidad de personas que acceden a él. Al respecto define el uso comunicacional que se hace de la evolución de ese mercado como “un problema de periodistas, no de economistas”. 

A continuación, y en virtud de que es probable que las medida recientemente adoptada pueda surtir efecto, morigerando el aumento de precios, pronostica que comenzará a producirse el efecto de “shrinkflation”, que es la reducción del tamaño de los envases, de manera que no variará nominalmente el precio de los productos, pero éstos vendrán en presentaciones más pequeñas. (Dice “si ud. Paga $ 3 por 1 kg., después va a pagar los mismo $ 3, pero por 800 g.”)
A la pregunta de si fijar precios al alza es un modo presión hacia el gobierno, responde que si. Pone como ejemplo recientes declaraciones de Funes de Rioja (presidente de la UA) diciendo que son necesarias reformas estructurales para frenar el aumento de precios. Sostiene que cuando se habla de “reformas estructurales” de lo que se está hablando es de reducir los salarios.
En ese escenario la mayor parte de las personas van a gastar más en comida y consecuentemente menos en otros consumos. Entonces la parte del PBI que se utiliza para para comprar otras cosas que no son alimentos va a disminuir. Así, el conjunto de la economía va a sufrir, y por lo tanto el incremento del precio de los alimentos es un factor de subdesarrollo.
Teniendo en cuenta lo señalado, se le pregunta entonces si podríamos decir que hay intereses contrapuestos entre los fabricantes de alimentos y los de otros bienes de consumo secundario. Y responde que “si, sin duda”.  Por ejemplo, señala que a los fabricantes de automotores no les convienes que aumenten los alimentos por dos razones: una, porque corren el riesgo que sus empleados les pidan aumento salarial para cubrir esa mayor erogación y otra porque la capacidad adquisitiva de las personas disminuye cuando tienen que destinar más dinero a comprar alimentos, que entonces no pueden orientar a otros consumos.
Más adelante explica el modelo de comercialización existente, tomando como ejemplo el hecho de que los productores de manzana cobran $ 20 el kilogramo, y éste se vende en el comercio minorista a $ 200. O sea, se multiplica por 10 en algún momento. Existen muchísimos productores de otros bienes que sufren un proceso similar (carnes, granos, etc.). Todos ellos le tienen que vender su producción a un solo consignatario (o a unos pocos). Después de eso hay un grupo de supermercadistas (muy reducido) que vende los productos elaborados a muchísimos consumidores.  Ahí es donde hay que hacer el control de precios para que sea eficiente. Por eso los que se quejan por el congelamiento son los fabricantes, pero no los productores ni los supermercados.
Por eso se opone tan tenazmente al congelamiento la UIA (Unión Industrial Argentina), que es controlada por los grandes fabricantes de alimentos (Arcor, etc.).
¿En Francia hay control de precios? ¿Cómo se ejecuta? El Estado tiene varias maneras. Existe, por ejemplo, un organismo asimilable a la que fue en Argentina la Junta Nacional de Carnes, que determina el precio y cuando detecta un incremento, advierte al ministro que algo está ocurriendo en el mercado, y el ministro actúa en consecuencia. A partir de allí se pone en marcha un sistema de conciliación y se trata de eliminar la causa del aumento detectado. Se tiene muy en cuenta el componente especulativo, que hace que la mayor parte de los “contratos a futuro” que celebran las grandes corporaciones en los mercados (Chicago, Rofex, etc.) no se lleven a término.
En Argentina los grandes jugadores de la comercialización tienen contratos a futuro de aprovisionamiento a largo plazo, es decir, no juegan en los mercados (Abasto, Liniers, etc.) y por lo tanto no están sujetos a la incertidumbre. Y tienen la posibilidad de incidir en la formación del precio, en la medida en que no hay un estado que controle. Ello se debe en gran parte a que los organismos de control fueron diezmados, especialmente en la época de Macri (y antes por Cavallo). En este sentido, y analizando la posibilidad de control, expresa que “…en el 73 nos parecíamos a Europa…”, y que “…las diferencias aparecieron después del 76…”. Hubo una  desarticulación del Estado que ya no pudo cumplir el rol que cumplía.
Finalmente opina que los economistas académicos “…tienen que tener una cierta idoneidad y una cierta ética” que nos es la misma que los economistas que están en los diarios y en la TV (mediáticos), que hace que lo que digan no sea necesariamente lo mismo…